| ||||||||||
| ||||||||||
| ||||||||||
| ||||||||||
| ||||||||||
| ||||||||||
La mujer quiere llegar al hospital del pueblo, en Padre Las Casas, porque el bebé que lleva en el vientre trata de venir al mundo de pie. Ella sabe que durante aguaceros como estos los senderos son puro lodo y el río En Medio crece hasta impedir el paso. El suyo es un parto de incertidumbre: el bebé muere. El caso de la señora que, en noviembre de 2007, perdió a su criatura porque no pudo cruzar el río En Medio, es un emblema de la lucha de unos comunitarios y unas monjas que emprendieron la construcción de un puente que una a las 18 comunidades de la Cordillera Central con el municipio de Padre Las Casas. “Los comunitarios consideran esta obra muy importante y necesaria, porque se quedan incomunicados cada vez que hay lluvia. Cada vez que hay lluvia los ríos crecen y hay muchas dificultades a la hora de poder transportarse y de poder ir a esas comunidades, donde se quedan sin alimentos”, explica sor Juana Rivas Pineda.
Sin embargo, los fondos que la población ha aportado resultan insuficientes para la magnitud de la infraestructura que necesitan y que iniciaron este año. Así lo explica el padre José de los Santos Castillo: “La contribución de ellos -los comunitarios- es la mano de obra y 200 pesos por familia; es poco dinero, pero es una forma de ver que ellos están colaborando. Se van unos 11 millones y hay unos tres millones que se están invirtiendo en materiales y en mano de obra especializada, porque la mano de obra no especializada es la que aportan los comunitarios”. Los tres millones que tienen en fondo representan apenas el 27 por ciento de lo que precisan para levantar la obra completa. Las varillas al aire, el sonido de las palas en el cemento son por el momento la única promesa de puente. La construcción va a nivel de zapata. En la margen oeste del río, decenas de obreros voluntarios trabajan en la que se convertirá en una columna del sueño colectivo. Los residentes en la cordillera son los más interesados en que el puente se construya -dice el sacerdote- y eso facilita que se entreguen al proceso. Los religiosos acordaron un plan con los líderes de los distintos parajes. Cada sitio envía a diario 10 trabajadores, un coordinador y dos mujeres cocineras que elaboran el almuerzo con los fondos que les envía la iglesia, ubicada en Padre Las Casas. Los voluntarios costean su pasaje, 150 pesos de ida y vuelta, a bordo de un camión de cama larga que es el único medio de transporte de las comunidades. “Organizamos el mes por días y por comunidades. Por ejemplo, el día cinco de este mes, necesitamos diez hombres y dos mujeres que cocinen para ellos. Entonces, hacemos la programación completa del mes con las comunidades y la cantidad de hombres necesarios para ese trabajo”.
Por décadas, los hombres y mujeres de la Cordillera Central han visto morir ahogados a decenas de sus familiares y vecinos que no tuvieron otra alternativa que sortear a pies o a nado las embravecidas corrientes del río. El alcalde del distrito Las Cañitas es testigo de esa realidad. “En ese río se ha ahogado cantidad de gente. Ahí todos los años se ahogan una y dos personas. Después que yo tengo conocimiento he sabido de nueve personas, pero antes, cuando era pequeño, oía decir a cada rato que se ahogó fulano”, cuenta Merced (Mesino) Delgado Ferreras. Para dar una idea de las emergencias que se producen en La Loma, Mesino cuenta que en una ocasión en Las Cañitas se produjo un pleito de machetes en el que cinco personas resultaron heridas de gravedad. A todos los cruzó el alcalde hasta la otra orilla y luego los llevaron en un vehículo hasta el hospital. Por suerte ninguno murió.
“Por este puente hemos perdido la educación, la salud que es lo más importante, y la agricultura. Allá hay cantidad de cosas que se pierden: el aguacate, el mango y la guayaba por falta de carretera y de puente. Después que se ponga el puente esos problemas se van a evitar”, analiza Mesino. En sus planes no hay lugar para el desaliento. Ese hombre, que en algunas madrugadas ha cargado con enfermos y heridos sobre su espalda, confía en que un día la obra será una realidad. “Yo creo que lo vamos a hacer con la ayuda de Dios y con el esfuerzo de nosotros. Nosotros necesitamos la ayuda del país y de más allá, porque ese es uno de los puentes más necesarios del sur. Más de una persona se ha muerto cuando el río está en bastante creciente; es imposible que los médicos les presten auxilio”. Su entusiasmo viene de sor Emilia, la monja que ha movido cielo y tierra y que logró la unidad y la colaboración de los vecinos desde hace dos años. “La hermana Emilia y otras personas están haciendo lo posible para recaudar fondos. Hoy la hermana Emilia está en España, también imagino que moverá todos aquellos corazones que quieran cooperar para esta obra tan importante”, dice sor Juana. Ella logró el apoyo del obispo José Grullón, de la diócesis de San Juan, que a su vez facilitó que la Fundación para el Desarrollo de Azua, San Juan y Elías Piña (FUNDASEP) pagaran a la mano de obra calificada y transportaran el material de construcción desde la provincia de San Juan. El sacerdote José de los Santos Castillo expresa: “La hermana Emilia, desde hace mucho tiempo tiene un deseo y lo quiere lograr: es la construcción del puente. Cuando hay estos fenómenos, ella se comunica con las autoridades para ver como le envían unos helicópteros y es la manera de ayudar a esos comunitarios”. |
Pages - Menu
▼