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Algunos comportamientos y actitudes dentro de la relación de pareja podrán ser aceptados socialmente, pero eso no los hace correctos. Si la mujer aprende a trazar límites cuando ocurren las primeras agresiones psicológicas, es menos probable que ocurra la violencia física. | ||||||||||
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Los mecanismos de la violencia en la pareja (Paidós, 2006) son legitimados por estereotipos y patrones sociales que persisten pese a las conquistas logradas por los movimientos feministas. Es decir, aunque en el plano laboral o académico las mujeres han alcanzado victorias, éstas no se reflejan en el seno del hogar, donde sigue siendo la encargada de mantener unida a la familia. Pero por otro lado, más allá del rol pasivo que socialmente se le asigna, esos “pequeños” golpes psicológicos tienden a no ser tomados en cuenta por quien los padece debido a la forma en que son asestados.
Otra forma de maltrato son las burlas o insultos dichos irónicamente y casi siempre en una esfera íntima. Si la mujer reclama, se le acusa de tener poco sentido del humor, con lo que ésta se siente culpable y duda de que su reclamo sea justo. La dificultad para detectar este tipo de violencia radica en que su límite es impreciso y subjetivo, según explica Hirigoyen en su libro.
Es posible que el agresor le pida a su compañera abandonar el trabajo alegando que es por el bien de los hijos, para que pueda estudiar o descansar o para que no tenga que padecer a un jefe. Le promete encargarse todo, lo que está muy bien visto socialmente, pero más tarde la dependencia económica será un motivo para no abandonar una relación abusiva. |
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