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jueves, 12 de noviembre de 2009




¿Cuál será el último acto en la historia de un secuestro?La obra sigue en escena, mientras, el público ansioso por un final convincente, se mantiene expectante en su sillón. A regañadientes trata de digerir el drama presentado y, a pesar del amargo sabor que va dejando en su garganta, espera el final, el último acto de una obra teatral que lo ha mantenido en vilo, como si se tratase de una película de suspenso. De horror.

El protagonista no ha vuelto a salir al escenario, a pesar de que “los villanos”, dos de ellos, ya fueron ejecutados en una confusa acción que al parecer se salió del libreto; otro ha desaparecido, y los demás, después de varios traspiés del director teatral, no han podido ser debidamente identificados.
De tanto esperar el final de la función, el público cuchichea e intenta retomar el inicio del drama, como forma de no perder la ilación de una obra a la que no pidió asistir, y según lo que parece, los guionistas responsables no saben cómo desenmarañar.
Se trata de un público al que, como en otras ocasiones, le han impuesto la colocación en escena de una obra que al final ha resultado muy complicada para quien o quienes escribieron el libreto. No saben cómo terminarla. Y de nuevo, pretenden estafar a los espectadores dejándola inconclusa. Solo que esta vez, éstos han decidido mantenerse en sus asientos a la espera de que sea bajado el telón.
Todo comienza con la historia de un secuestro, matizado con todo un aparataje policial que, en su “afán” por resolver el caso, realiza incursiones, apresamientos, secuestros, desapariciones, acusaciones, más acusaciones, matizado todo con un histrionismo que casi llega a convertirlo en el protagonista principal de la historia. Es en ese momento que el joven secuestrado logra escapar de la “casucha”, que por cierto no aparece en escenas posteriores, donde estuvo secuestrado en una comunidad lejana de Montecristi, auxiliado por campesinos que sustraen a la realidad a los histriónicos agentes, y se lo entregan.
El jefe de los policías, con el afán de protagonismo en aumento, presenta a sus agentes como héroes, bajo el argumento de que la institución tenía identificado el lugar del encierro, y por supuesto, la narración de la “hazaña” copó todos los medios de comunicación, culminando la primera fase del espectáculo con un acto público que anunciaba el ascenso de los policías que solo recibieron al “secuestrado” de mano de los campesinos.
En la escena siguiente, el mismo jefe policial grita a viva voz que, después de un “cerco policial” fallecen dos de los “villanos” de nombres Cecilio Díaz y Jesús Batista Checo en un “intercambio de disparos”, que solo escucharon los agentes, en el que resultó herido un sargento de la uniformada.
Eso, a pesar de que algunos diarios publican la foto de Batista Checo vivito y coleando, en momentos en que es apresado por la policía. Esa versión es ratificada por agentes de la Marina de Guerra que aseguran haber apresado, sano y salvo, a Cecilio Díaz, a quien entregaron a la policía.
Ese es uno de los actos inconclusos del que los espectadores no saben qué pasó y mucho menos, en qué terminó. El libreto no tiene clara la respuesta.
Como tampoco saben los asistentes al teatro el desenlace de la escena en la que aparece Juan Almonte Herrera, quien entra en acción al ser detenido, según sus familiares, por varios agentes policiales, versión confirmada por el protagónico jefe de policía, quien luego negó la versión a través de su vocero. ¿Cuál es el desenlace? ¿Dónde está el desaparecido? ¿Su regreso a escena fue eliminado del guión?, pero, ¿cómo cerrar ese acto? La obra sigue inconclusa, porque es precisamente la residencia de ese actor que la policía, en una acción aparatosa, allana el martes 29 septiembre, llevándose detenidas a doce personas y puestas en libertad esa misma noche. El publico conjetura y las publicaciones dan cuenta de que Almonte Herrera murió en momentos en que recibió un batazo mortal en la cabeza cuando era “investigado” en la “institución del orden”.
En otra escena, y en un afán por desenmarañar la “historia del secuestro”, titulo de la obra, la policía dice que hay personas importantes involucradas, quienes habrían tenido una actuación estelar en todo el embrollo. Nunca se dijo los nombres, en principios porque “entorpecía” la investigación, y luego, nadie sabe por qué. En esos aprestos se habla de trama, de “revolución armada” de “toma del poder”, de conspiración, de generales activos involucrados, y como si fuera poco, hasta el nombre de un ex presidente de la República sale a relucir, claro, este último emplaza al jefe de policía, quien tampoco sabe qué decir y termina negándolo todo. Ese es otro cabo suelto que, a pesar de los intentos, no le ha quedado claro a los espectadores.
En la diversidad de personajes que han actuado en la representación teatral, salió a escena una joven de nombre María Magdalena Díaz, hija de Cecilio Díaz, uno de los “villanos” ejecutados, quien extrañamente fue secuestrada por dos individuos vestidos de policía, y cuatro días más tarde, luego que su familia pidiera a uno de los protagonistas, en este caso, el jefe de los policías, que la devolviera, fue dejada abandonada, y hasta el momento, no ha habido desenlace, toda vez que según gritó en las tablas, los secuestradores le insistieron sobre el paradero de su padre.
Y mientras el público entiende cada vez menos en que terminará, ni cuándo concluirá el espectáculo, porque se obvia el acto del “intercambio de disparos” que nadie escuchó, el protagonista comienza a amordazar a la prensa con unas visitas de “cortesía”, con la intención de evitar que salgan a la luz, nuevos elementos que dañen su maltrecha credibilidad.
Es en ese punto de la actuación policial, perdón, del guión teatral, que presentan una cronología de las supuestas participaciones de partidos de izquierda en secuestros, seguido de las declaraciones de dos funcionarios del palacio presidencial, ponderando la magistral actuación del jefe de los policías, digna de la millonaria suma invertida para la puesta en ejecución de la obra.
La maraña convirtió “la historia de un secuestro” en una espeluznante historia de horror, por las insólitas, inauditas, increíbles, ridículas y definitivamente mentirosas declaraciones y acciones de uno de los protagonistas para justificar la serie de disparates y dislates cometidos con relación al hecho, en un olímpico desprecio a la inteligencia de los espectadores, encontrando apoyo para intentar cambiar el escenario en el que los hechos tienen una gran carga de dudas y preguntas sin respuestas.
Lo cierto es que en todo el drama hay una escena que ha dejado muy claro a los espectadores las cuestionadas ejecuciones extrajudiciales cometidas por la policía. Eso ocurrió en el mismo momento en que el joven secuestrado se paseó por el escenario con su versión de que escapó al secuestro gracias a un dichoso “palito” que le ayudó a acabar con su cautiverio de 22 días. Es decir, que lo que al Estado le costó casi seis millones de pesos, según la policía, se resolvió con suma facilidad gracias a un “palito” con el que el joven soltó las esposas que finalmente rompieron las cadenas que lo condujeron a la libertad.
Las preguntas siguen sin respuestas y, solo desde el palco oficial se aplaude con gran frenesí. Mientras, pacientemente, reclinados en sus sillones, el público espera el último acto de “la historia de un secuestro”, pero todo parece indicar que tendrán que apertrecharse muy bien en la larga espera, pues ahora han surgido otras obras colaterales que tienen al auditorio perplejo, como la desaparición de una implicada en un caso de lavado de activos y el apresamiento de un gringo dominicano por el mismo delito que la dama, declarada hoy prófuga de la justicia.
Mientras tanto, a armarse de paciencia y calma para esperar el final de la tragicomedia, si es que realmente tiene un final porque a juzgar por las tantas puestas en escena de obras de este tipo, el público terminará por aburrirse y dedicar su atención a otras obras inconclusas, como el famoso asesinato múltiple ocurrido el pasado año en la localidad de Paya, Baní y otros tantos entremeses. Pero como dijo el famoso autor español Garcilaso de la Vega, la vida es una comedia, y como tal, el absurdo impera.
“La historia de un secuestro”, cual trama de obra mediocre, quedó inconclusa y sin visos de terminar. Otras tantas tramas han ocupado el espacio, mientras el auditorio, impasible, espera que baje definitivamente el telón de una puesta en escena que comenzó como un drama y se ha complicado tanto que no se sabe ya qué género de la literatura es.