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jueves, 25 de marzo de 2010

Por Cándido Mercedes
En el imaginario sociológico se cree que la política y las elecciones encierran todo el espacio social de la sociedad dominicana. Y, es que con el ruido que ellos expresan en sus modus vivendi y modus operandi, parecería que es verdad.


Sin embargo, la política y todo su accionar es en esencia una parte de la esfera de la vida social, constituye una parte de las facetas de la dimensión humana. La excentricidad con que actúan los actores políticos, más allá de los criterios axiológicos que su accionar genera en el cuerpo social de la sociedad dominicana es cuasi un monopolio social que crean y recrean con sus ruidos de decisiones, permeándolo todo a través de los múltiples mecanismos de instrumentalización y redes sociales que van creando y configurando con sus sueños de crecimiento por exclusión.

¿Cómo es posible que 4,036 puestos que son los candidatos a elegir en estas elecciones congresuales y municipales, generen un movimiento telúrico de atención y opinión en toda la sociedad, cuando estos puestos representan del universo de los electores un 0.06 por ciento y apenas un 0.04 por ciento de la población dominicana (9,700,000). Los candidatos totales municipales postulados por los 27 partidos y agrupaciones son 15,030 personas, que representan un porcentaje de 0.15 por ciento del universo de la población y un 0.24 de los electores del padrón de la Junta Central Electoral. Así mismo, los candidatos a diputados y senadores son 915, que constituyen el 0.0145 por ciento de los electores y el 0.00943 por ciento del tamaño de la población?

Las respuestas hay que buscarlas no solo en el síndrome de la desesperanza perdida y aprendida, sino en una añoranza nostálgica de la realidad del pasado que no guarda ninguna relación con el tamaño de la economía.

Para los años 1950, la esfera de lo político comprendía alrededor del 86 por ciento del movimiento económico de la sociedad dominicana. Léase bien, el Estado dominicano lo era todo, en el plano económico, social, cultural e ideológico. En los años 1970, seguía prevaleciendo cierta hegemonía del Estado en la economía dominicana. La más fuerte expansión económica y de crecimiento del PBI se verifica en este interregno (1969-1974). No obstante, la economía privada comienza a crecer y desarrollarse, encontrándonos que para el 1978, la esfera de lo público en la economía apenas significaba un 26 por ciento de la economía total, aún con las fuertes inversiones de capital del Estado dominicano.

Hoy, el impacto de la economía pública en el tejido social dominicano representa un 12 por ciento de la economía total. Lo que señala que la economía de la esfera privada ostenta un 88 de todo lo que se produce y consume en nuestro país (como tiene que ser en una sociedad de libre mercado), y, la perspectiva es que se siga ampliando y manteniendo su hegemonía.

Empero, no hay una correlación, en la esfera de lo social del sector privado con respecto al nivel público y el grado de incidencia en los distintos escenarios sociales. Los políticos dan la sensación de que lo dirigen todo, lo cual se explica por la poca responsabilidad social del empresariado dominicano.

Por eso vemos miembros de la clase política que a pesar de la edad no se retiran, pues parecería que harían un ostracismo social, un suicidio social, una retirada total de la vida. La política, no importa sus aportes a la sociedad, es lo que le da el prestigio social, más allá de sus condiciones académicas, de honorabilidad y nivel intelectual. La prensa, sobre todo los espacios televisivos, no lo invitarían más. Error que comete el paradigma mediático, pues de cada cien invitaciones que hacen a los programas, el promedio es de 83 por ciento a la clase política, aunque la mayoría de sus miembros no tengan nada que decir para coadyuvar al desarrollo humano de nuestro país.

Se explica sociológicamente por la ideología del ascenso, que implica la fuerte movilidad social que la asunción a un puesto público conlleva. Hoy, la política es la fuente "legal" más promisoria y expedita para el ascenso social y económico en la sociedad dominicana y que menos requisitos exige y menor riesgo contrae. La cultura de la complicidad, de la impunidad se impone; produciendo como consecuencia de ello la imitación social.

Gozan de una autonomía y unos privilegios que lacera el alma colectiva de la conciencia nacional. Por ejemplo, en el Municipio de Nagua, se elegirán 7 Regidores, cada uno de esos Regidores ganará RD$40,000.00. Allí solo pueden ganar más de RD$40,000 los tres diputados, el Senador y alrededor de 25 profesores universitarios, después de impartir más de 40 horas semanales de clase.

Cabe resaltar que la población económicamente activa, que trabaja en la economía formal devenga un salario así:
El 43 por ciento gana entre RD$1 y $8,000.00
El 34 por ciento gana entre $8,000.00 y $12,000.00
El 21 por ciento gana entre $12,000.00 y $30,000.00
El 2 por ciento gana por encima de $30,000.00

El salario de los diputados y senadores tiene un promedio de RD$400,0000 (incluyendo dieta, viático, gastos de representación e incentivos por asistencias), sin contar las dos exoneraciones ni el barrilito ni el confrecito ni nada que se asome a una "conducta desviada".

Es que cuando el hombre descubrió el espejo, empezó a perder el alma, por eso tenemos que mirar las cosas de un modo diferente y actuar de manera consecuente.

Entender que lo político no trasciende a la sociedad, sino que debe ser una respuesta articulada y consecuente con ella, en un vínculo perfecto entre los derechos y deberes, para evitar que los derechos de los políticos nos hagan una sociedad cada día más parasitaria. Ellos en su torre de marfil van construyendo la paradoja de Icaro, personaje de la mitología griega que fabricó un par de alas con el fin de escapar de la isla donde estaba prisionero, voló tan bien que fue cada vez más alto, más cerca del Sol, hasta que su calor derritió la cera que sostenía sus alas y se precipitó hacia la muerte en el Mar Egeo.