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miércoles, 9 de junio de 2010

Liazán Molina buscó trabajo en un restaurante en Hialeah para ahorrar dinero, volver a Cuba y olvidarse de su abusivo esposo.
Pero no tuvo tiempo de culminar sus planes.
Molina, de 24 años, murió el domingo cuando su marido, Gerardo Regalado, entró con una pistola al restaurante Yoyito de Hialeah y disparó contra ella y seis de sus compañeras.

Ahora, su familia en Cuba está pidiendo ayuda para llevar su cuerpo a la isla.
"Yo la quiero aquí'', gritó Ileana Filgueira, su madre, durante una entrevista telefónica con el Nuevo Herald. "Ahora yo me quedé con dos hijas solas aquí''.
El martes por la tarde Filgueira estaba con sus dos hijas y otros familiares en su casa en Wajay, en las afueras de La Habana. Las mujeres gritaban mientras miraban los noticieros sobre la masacre en Hialeah.
Durante la entrevista, los familiares dijeron que estaban arrepentidos de haber dejado que, hace dos años, la risueña joven siguiera a Regalado hasta Miami y que no sabían cómo iban a pagar los gastos para repatriar su cuerpo.
Según las autoridades, Regalado mató a tiros a Molina y a tres de sus compañeras el domingo por la noche en el Yoyito. Otras tres mujeres, incluida una prima de Molina, fueron heridas de gravedad.
Luego del tiroteo, Regalado, de 38 años y sin récord criminal en la Florida, se suicidó de un disparo en la cabeza.
La pareja se conoció seis años atrás en Wajay, donde Regalado trabajaba de carpintero. Eran vecinos.
En el barrio corrían rumores de que Regalado había maltratado a otras novias, pero Molina no quiso escuchar.
"Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con esa relación'', dijo Liané Molina, la hermana menor. "El tenía una historia fea aquí. Pero es muy duro, usted sabe cuando no quieres algo es cuando más se dan las cosas. Ella estaba enamorada''.
Molina, la mayor de tres hijas, había estudiado para ser maestra pero dejó su carrera por seguir a Regalado, que se había mudado a Miami. Se casaron aquí en el 2007.
Pero las cosas no iban bien. Molina le contaba a su familia que Regalado la golpeaba, la amenazaba y la mantenía encerrada en la casa.
"La tenía encarcelada'', dijo Liané. "No dejaba que tuviera amistades. La tenía apartada, aislada, no dejaba que conversara con nadie''.
Vecinos de la pareja, que durante los últimos cuatro meses vivía en una pequeña casa en Miami, confirmaron el lunes que rara vez miraban a Molina.
"Si la vi dos veces es mucho'', dijo Marta León, una vecina.
Hace dos semanas, Molina dejó a Regalado y se fue a vivir con su prima, Yazmín Domínguez, en Miami.
Había empezado a trabajar el sábado en Yoyito.
"Se notaba más contenta'', dijo Liané, que había hablado con Molina la noche antes de la tragedia. "Nos dijo que se quería venir a Cuba a quedarse, que iba reunir un poco de dinero primero''.
Pero Regalado no quería que se fuera. Llamó a la familia en Cuba, rogándoles que la convencieran de volver con él. Les mandó $100 y un equipo de música, dijo Liané.
"Lo que quería es que nosotros le habláramos para que volviera con él, que él era bueno'', dijo Liané.
La familia de Molina temía que Regalado le hiciera algún daño, especialmente porque sabían que tenía una pistola.
"Teníamos miedo, por supuesto'', dijo Liané. "Siempre estábamos preocupados''.
De cierto modo, la noticia de que Molina había muerto en un tiroteo era como un alivio para ellos.
"Por lo menos ya descansó de él'', dijo Liané. "El piensa que se va ahorita con ella cuando se dio el tiro pero pensó muy mal, porque ella está en el altar de Dios y él está en el infierno''.