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jueves, 29 de diciembre de 2011

Santo Domingo, 29 dic (EFE).- Tras romper la barrera de la marginalidad social y superar un cáncer, Mercedes Arias se ha convertido es una pujante microempresaria que ha levantado su familia gracias a un reconocido esfuerzo. Esta mujer, de 44 años, es una de las miles de personas que en la República Dominicana han encontrado en los microcréditos un aliciente para sus precarias situación económica y para su condición de excluidas del sistema financiero local.


Hace 15 años cuando le diagnosticaron cáncer en el útero -que ya superó-, Arias decidió poner punto final al trabajo de doméstica que realizó por más de 25 años en una casa particular e iniciar, con un préstamo de 2.000 pesos (52 dólares al cambio actual) que le hizo un cuñado, su propio negocio: la venta de flores artificiales y artículos para el hogar.

Poco después, por recomendación de una amiga suya, acudió a las puertas de la Fundación Dominicana de Desarrollo, pionera del sector de microcréditos en el país, y logró un préstamo de 20.000 pesos, que ha ido renovando con los años de acuerdo a sus necesidades.

Casada y madre de tres hijos adultos, esta mujer, que no sabe leer ni escribir, ha hecho de su pequeña empresa la principal fuente de ingresos de su hogar, pero también la de otras personas a las que ha dado empleo en el negocio que regenta a unos metros de su casa en el sector de Sabana Perdida, en el norte de Santo Domingo.

"Vendo flores, cuadros, licuadoras, neveras, televisores, camas, juegos de comedor, muebles..", resume a Efe Arias, de 44 años, premiada en 2009 como Microempresaria del Año por la Fundación Dominicana de Desarrollo.

Sus artículos los oferta casa por casa en diferentes barrios de la capital y, en ocasiones, asegura, sus jornadas de trabajo se extienden por 15 horas.

Fruto de su negocio Arias tiene tres casas, que se suman a otra que poseía cuando inició a trabajar de manera independiente, así como dos vehículos en los que traslada la mercancía.

"Todo sale de aquí", asegura la mujer entre flores, jarrones, tinajas y pinturas en la casa donde tiene la microempresa.

Como Arias, miles de dominicanos se han beneficiados de los microcréditos que llegaron al país caribeño en 1982 de la mano de la Fundación Dominicana de Desarrollo, tal y como dijo a Efe el director ejecutivo de la entidad, Francisco Abate.

Esta ONG fue creada por un grupo de empresarios con el objetivo de dar respuesta a la difícil situación que atravesaba el país a raíz de la guerra civil de 1965 que, como señaló Abate, "puso en evidencia el gran desequilibro social en que vivíamos y la gran brecha entre ricos y pobres (...)".

En la actualidad esta entidad cuenta con unos 15.000 clientes -que espera duplicar en los próximos tres años- y una cartera de 190 millones de pesos (unos 4,9 millones de dólares), pero además cuenta con un programa de capacitación a favor de unas 3.000 personas en las provincias donde facilita los créditos.

Su principal fuente de financiación es la banca local y organismo internacionales, entre ellos, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) cuya relación actual es de 350.000 euros y que podría llegar a 450.000 en 2012.

"El dinero de la Aecid llegó en el momento preciso y nos ha permito reducir nuestros costos de manera concreta", señaló Abate.

Al mismo tiempo destacó la incidencia que han tenido los microcréditos entre los dominicanos de escasos recursos económicos y que no tienen acceso a la banca privada.

No obstante, aclaró, el objetivo de la ONG no es solo otorgar créditos a pequeños empresarios sino hacer "que ese negocito que es de pura subsistencia se convierta en un negocio de acumulación, donde las personas puedan ayudar a su familia a salir de la pobreza".

La Fundación, en la que no hay participación del Estado, también desarrolla un programa que ayuda a sus clientes a mejorar sus viviendas y otro para ayudar a expresidiarios a insertarse a la vida productiva.

Sobre la extendida fama de que los pobres no pagan, Abate asegura que es "todo lo contrario" y argumenta que "la capacidad y la voluntad de pago del empresario de bajo ingreso es conocida a nivel mundial desde la India hasta Nicaragua; pagan muy bien".