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viernes, 20 de julio de 2012

PIDEN AYUDA PARA JOVEN ENFERMO

Por William Jiménez y Javier Ferreira
El polvo y la suciedad arropan la vida de este joven de 32 años con cuerpo y mentalidad de niño.


Animales y alimañas conviven en la vida del joven Wilfredo Suárez.


Don Suárez, padre de Wilfredo, se encuentra impotente ante la realidad que ambos tienen que vivir.


Don Suárez conversa con Carmen, una activista comunitaria de Los Cajuiles, frente a la destartalada vivienda en la que convive con su hijo Wilfredo.


El joven Wilfredo Suárez ha vivido su vida arrastrándose por el suelo. Fotos: J. Ferreira


Río San Juan.- La extrema situación de miseria e insalubridad en la que vive un joven enfermo en la comunidad de Los Cajuiles, en este municipio, realmente es una afrenta a la dignidad del ser humano.

Y es que sumado a su miseria está el desgarrador ambiente en el que han transcurrido los 32 años de vida de Wilfredo Suárez, a quien la poliomielitis lo ha condenado a arrastrarse por el suelo, sin habla, desnudo, sin un aseo personal en días y compartiendo sus alimentos con la peor mugre y heces fecales, tanto de él como de las alimañas que habitan su destartalada y miserable vivienda campesina con piso de tierra y estrangulada por la extrema pobreza.

Con el cerebro carcomido por la enfermedad, con el tiempo y la anemia producto de la poca alimentación, como aliados, el indefenso joven con mentalidad y cuerpo de niño, vive ajeno a su magra realidad. De sus atrofiadas extremidades y labios sólo salen gestos discordantes y débiles gemidos que no hacen más que desgarrar el alma de quienes los ven o escuchan.

Como único sostén sólo tiene a su padre, un anciano de 80 años, desvalido por el tiempo y una operación quirúrgica, y sin recursos económicos para darle de comer o hacerse valer de alguien que le ayude a cargar con la cruz que la vida le ha colgado, mayormente desde hace 23 años, cuando murió su compañera y madre del enfermo, y quien a decir del anciano, era quien cuidaba de Wilfredo.

Desde ese entonces Don Suárez vive solo y sin ninguna mano amiga que se haya extendido a su alrededor para ayudarle con su pena. De su fuerza laboral sólo recuerda que echaba días, bien sea en conuco ajeno, cargando palos o carbón al pueblo, o simplemente en lo que apareciera. Ahora la miseria es su compañía, y la hambruna su verdugo.

De sus vecinos es poco lo que puede esperar. Viven ajenos al panorama, pues su pobreza sólo les da para subsistir precariamente sin poder mirar hacia los lados. Y no se pueden culpar, pues si lo hacen caerán al mismo nivel, y como dice el refrán, “cuando la miseria se convierte en epidemia, la buena voluntad como antídoto resulta poco para evitar la muerte”.

No obstante, doña Carmen, una dirigente comunitaria de la zona ubicada a unos 6 kilómetros del centro de Río San Juan, ha hecho caso omiso a su pobreza y ha querido hablar por los Suárez. Pidió la atención de las autoridades, especialmente de la Primera Dama y Vicepresidenta Electa, Margarita Cedeño de Fernández. “No pueden permitir que el hambre y la miseria, más que la enfermedad, acaben con este joven”. Igual exhortación de ayuda le hizo a sus compueblanos de buen corazón.

Mientras, en lo que esa mano amiga llega, Wilfredo sigue introduciéndose en la boca sus sucias manos vacías, esperanzado muchas veces en estar equivocado y no haberse dado cuenta que le han puesto algo de comer en ellas.