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jueves, 28 de agosto de 2014

Por Candido Mercedes
Para los expertos en Dirección del Talento Humano el objetivo del Sistema de Evaluación es lograr traducir las metas organizacionales y los objetivos a largo plazo en objetivos y realizaciones individuales, a la vez que mejorar su motivación a través del reconocimiento a su trabajo. Evaluar de manera efectiva es apreciar de manera sistemática el desempeño en función de las metas y objetivos trazados, contrastándolos con los resultados que se debe de alcanzar.
Evaluar de manera efectiva es identificar y medir el desempeño no por un factor, sino por el conjunto de factores planteados previamente, desde una perspectiva holística. Evaluar es juzgar, estimar el valor de un trabajo, de una labor en función de lo diseñado, de lo planificado en su dimensión total; no de una sola ventana.

Desde el punto de vista de la Gestión del Talento Humano, evaluar de manera efectiva es como poner un bisturí en mano de un experto o un profano. En manos de un calificado, la persona evaluada será ponderada de manera objetiva, de manera profesional. En cambio, la evaluación en manos de un bisoño o inexperto conllevará a la subjetividad y por ende a una serie de limitaciones y errores en que se incurren en este importante instrumento de desarrollo.
Entre esas limitaciones que desbordan una  efectiva evaluación tenemos:
1)      Error de Halo;
2)      Rigidez o indulgencia del calificador;
3)      Incredulidad en la evaluación;
4)      Prejuicios del evaluador;
5)      Error de hechos recientes;
6)      Tendencia central.
¿En qué consiste el Error de Halo? Consiste en que a partir de la evaluación de un solo factor, de varios, éste puede arrastrar a los otros factores, ya sea de manera positiva o negativa. Verbigracia: Supongamos que queremos evaluar al Presidente Danilo Medina en:
1)      Puntualidad;
2)      Calidad del Trabajo;
3)      Cantidad de Trabajo;
4)      Lucha contra la corrupción;
5)      Lucha contra la Impunidad;
6)      Institucionalidad;
7)      Rendición de Cuentas;
8)      Transparencia;
9)      Racionalidad en el gasto;
10)  Seguridad Ciudadana;
11)  Energía Eléctrica;
12)  Educación;
13)  Alfabetización;
14)  Manejo de la economía y Deuda Pública consolidada;
15)  Apoyo a las PYMES
16)  Políticas públicas en el sector agropecuario y el industrial.
Como el primer factor fue puntualidad y en ese caso el ciudadano Presidente es excelente, entonces ese indicador arrastra, hala todos los demás factores de manera positiva. En este caso, favoreció al evaluado y perjudicó a la sociedad o a la organización. En cambio, cuando el primer factor es evaluado de manera negativa y en los otros factores es muy bueno o excelente, daña a la persona evaluada y por ende a la sociedad. ¿Qué hacemos para evitar el tan pernicioso error de halo? Evaluar factor por factor de manera independiente, aunque sepamos que unos pueden tener más valor que otros. Se ponderan, se jerarquizan, se valorizan factor por factor para evitar el daño tan terrible de la generalización.
Los funcionarios de este gobierno y todos los gobiernos que hemos tenido son muy dados a cometer el Error de Halo; por uno o dos, tres factores alcanzados, a menudo a medias, que dieron el primer paso de un proceso más arduo y a más largo plazo, generalizan y se convierten en apologistas, con unos discursos tan apologético que raya en la necedad y la ignorancia. Es el caso de Gonzalo Castillo quien dijo que Danilo Medina ha sido el mejor presidente que hemos tenido en la historia dominicana.
Así hubo un Ex Procurador General en el gobierno de Leonel Fernández, quien dijo que éste había sido el más grande constructor del país en toda la historia. Su grado de subjetividad y de alineación en la evaluación, le desdibuja por completo su profesionalidad y lo lleva a la genuflexión; todo lo contrario a la nobleza, a la entereza y a la honestidad, a la verdad.
Decimos que Danilo Medina con el solo hecho de haber asignado el 4% a la educación, que por ley correspondía, el Programa de alfabetización, el comienzo de la tanda extendida, la entrada a la escuela a los 3 años; solo eso, le abre una puerta al carro de la historia. Hay momentos signados para un individuo: Leonel aprobó dicha ley y la desconoció por 10 años; Hipólito la vulneró por 4 años. La sociedad había concitado el más amplio consenso que se haya logrado en los últimos 30 años; sobre todo, alrededor de algo tan vital y estratégico de toda sociedad como es la educación.
Ese es su logro, en el que aprovecha el mometum, el timing perfecto, para que desde entonces se encuentre en tan alto umbral de la percepción. Empero, ¿solo eso lo ha llevado hasta allí, qué ha pasado realmente?
1)   Lo primero, es la generalización de esos tres factores, como si fuera el conjunto de lo que debió hacer.
2)  Lo segundo, como dice Manuel Castells “La política mediática es la forma de hacer política en y a través de los medios de comunicación. Los medios de Comunicación no son el cuarto poder, son el espacio donde se crea el poder. Constituyen el espacio en el que se deciden las relaciones de poder entre los actores políticos y sociales rivales”. A través de los medios de comunicación se sobredimensionan los factores realizados y se obvian, neutralizan y distorsionan aquellos factores que no han hecho; para que la ciudadanía los olvide; porque después de todo, son formas de relaciones de poder.
3) El síndrome de Leonel. Un componente significativo de la clase media independiente y de la sociedad civil, no quieren ver volver al exmandatario. Ya conocen ese pasado inmediato, no muy halagüeño en el orden institucional y en haber convertido la corrupción en un sistema institucionalizado.
4) La débil, desgarrada, menguada, errática, vetusta, abyecta y vidriosa oposición; todo lo cual proyecta en el imaginario del dominicano que ante la ausencia de alternativas partidarias por ahora y el síndrome de Leonel, vean con “loable percepción” al Presidente Medina. Está sólo, sin futuro de alternativa y un miedo atroz al pasado tan cercano.
Como podemos ver, estamos en la entrada de una crisis del Sistema de Partidos que deriva en una pesadez y un cansancio de la ciudadanía frente a las opciones de éste y en consecuencia, en un aceleramiento de la crisis de legitimidad política. Es como una impotencia de nuestra democracia, al no ilusionar de colores de esperanza a la sociedad por las tantas deudas no cumplidas.

Entonces, una parte de la sociedad postula al “menos malo”, no por la efectividad real en su evaluación, sino por el miedo al pasado y al futuro incierto. Es como una resignación ante la ausencia de alternativas creíbles. Pero más fatuo es pensar en fatalismo alguno. ¡Miremos la democracia como el verdadero espacio de visibilidad sobre el poder oculto, para alcanzar a valorar con objetividad lo fundamental, más allá del estilo, en todos los factores, sin generalizar!.