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domingo, 17 de abril de 2016


Por Stanislaw Peña

Las reformas económicas en la República Dominicana, y por ende en los países latinoamericanos y del Caribe, deben ir encaminadas al fortalecimiento consustancial del crecimiento y desarrollo de la colectividad, y por consiguiente, de los sectores marginados. Esto implica una planificación efectiva y sistemática dirigida al logro gradual pero significativo del aumento y progreso de empleos y de mayores salarios, pilares fundamentales para ir saliendo de la pobreza. Todo esto, claro, debe despuntar desde una perspectiva de un nivel descentralizado, y para ello, hay que tomar en cuenta una serie de consideraciones.
1-Para el logro de tales reivindicaciones sociales, políticas y económicas, deben incluirse los sectores que tradicionalmente muy poco participan en tales reclamos.
2-El poder legislativo, por ser una institución facultada institucionalmente, está llamado a aprobar leyes que promuevan cambios económicos que disminuyan la pobreza de la nación. 
3-El progreso efectivo de las reformas económicas a favor de los pobres, tiene varios enemigos que hay que vencer: La indiferencia clasista de diputados y senadores. El “Síndrome decretista del ejecutivo”. El fantasma de la corrupción. La actitud ineficiente de los sectores que aparentemente plantean o promueven las realizaciones de las necesitadas                    reformas. El clientelismo. 
4-Otro gran enemigo al respecto, es la eterna deuda externa. Pues, el imperceptible pago de la deuda externa siempre será un asunto prioritario para un Estado con relación a la implementación de las reformas económicas.
5-En vía de lograr un mayor crecimiento y desarrollo en la sociedad civil que lo demanda, el Estado debe tomar muy en serio el gasto público y la captación impositiva.