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viernes, 6 de septiembre de 2024

 
Ynmaculada Cruz HierroSanto Domingo, RD

En momentos que la sociedad dominicana ha sido arropada por una comunicación trivial e insulsa, a una década de su partida, el tiempo nos arroja a la cara la ausencia y el vacío, difícil de ocupar, de Yaqui Núñez del Risco, maestro del buen hablar e ilustre de la televisión dominicana, fallecido hace diez años.

Pasaban 20 minutos de las 3.00 de la tarde del 8 de septiembre del 2014 cuando enmudecía la palabra. Pedro Julio Núñez del Risco (Yaqui) falleció a los 75 años de edad, luego de permanecer varios días ingresado en el Centro de Diagnóstico, Medicina Avanzada y Telemedicina (Cedimat). 

El afamado comunicador llevaba seis años padeciendo las secuelas de un accidente cerebro vascular, que sufrió la noche del 1 de diciembre del 2008, el que le apagó la voz y le limitó sus habilidades motoras.

Yaqui Núñez era la cultura andante, el maestro de la palabra, con una sapiencia y un conocimiento que solo unos pocos pueden exhibir. Durante su vida productiva fue comunicador, el más completo de la historia; publicista y compositor; poeta y declamador; periodista y locutor; productor y conductor de televisión; maestro y actor.

Sus apariciones en “El Show del Mediodía” (Color Visión), espació que gozó con su presencia y esplendor de uno de las mejores época su historia, lo hizo convertirse en uno de los dominicanos más amados y respetados del país.

Superior en su perfecta dicción e improvisación oportuna en momentos inesperados, en vivo en la televisión. “Improviso las palabras, pero nunca las ideas”, era una de sus famosas frases.

“Me vacuné contra la calumnia cuando entendí que era el precio a pagar por ser distinto y triunfador. Cuando me dicen que alguien acabó conmigo a mis espaldas, no pido, ni permito que se me diga lo que se dijo. 

De vivir y sobrevivir aprendí que el ignorante es atrevido, que el mediocre es irrespetuoso, y el derrotado del triunfo ajeno dispara a matar reputación”, una reflexión que lo definió y aplicó en contra de “los francotiradores de la envidia”.

Siempre tuvo la disposición de la formación de nuevos comunicadores en la televisión, dando su tiempo y esfuerzo para ayudar a los más jóvenes a corregir errores y vicios comunes a los inicios en el oficio.

Un consejo que nunca apartó de su boca fue el exhortar a usar el diccionario y aprender cada día una nueva palabra, para así enriquecer el vocabulario. Fue una práctica que asumió siempre hasta que la enfermedad lo apartó del aprendizaje.

SU COLUMNA EN LISTÍN DIARIO

Sus últimas expresiones y preocupaciones quedaron impresas en las páginas del LISTÍN DIARIO, en donde de lunes a viernes escribía su columna “Hola Nuevo Día”. 

Aquí escribió de una diversidad de temas y experiencias cotidianas y personales. La titulada “A pesar de todo” dejó su inquietud sobre la grosería y chabacanería que observaba en la música y medios de comunicación.