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sábado, 26 de abril de 2025


 ROMA.– Roma vivió este sábado una de las jornadas más emotivas de su historia reciente con el paso del cortejo fúnebre del Papa Francisco por el corazón de la ciudad. Entre aplausos, oraciones y lágrimas, miles de personas acompañaron simbólicamente el último viaje del pontífice argentino desde la Basílica de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor, cumpliendo así uno de los deseos expresados en su testamento espiritual.

El féretro de Francisco, transportado en el papamóvil, avanzó lentamente por algunas de las arterias más emblemáticas de la capital italiana, en un recorrido que se convirtió en un homenaje popular y espontáneo. Lugares cargados de historia como el Coliseo romano sirvieron de telón de fondo para un desfile cargado de recogimiento y emoción.

Un adiós en cada esquina


A medida que el cortejo avanzaba, el silencio respetuoso de la multitud era interrumpido por aplausos, gestos de despedida y rezos en distintos idiomas. Desde turistas hasta residentes locales, pasando por peregrinos llegados de todas partes del mundo, todos se unieron en un tributo común al Papa que marcó una época de apertura y cercanía en la Iglesia católica.

En puntos clave del trayecto, como la Via dei Fori Imperiali, el Arco de Constantino o la Piazza Venezia, se congregaron multitudes para observar el paso del féretro. Las campanas de varias iglesias resonaban a medida que el cortejo avanzaba, en una Roma que parecía detenerse por completo para rendir homenaje a Francisco.

Llegada a Santa María la Mayor


La última parada del recorrido fue la Basílica de Santa María la Mayor, una iglesia especialmente querida por Francisco, quien solía visitarla antes y después de cada viaje apostólico. Allí, en la escalinata de entrada, lo esperaban cuarenta personas —entre ellas, desfavorecidos y antiguos reclusos—, cada uno sosteniendo una rosa blanca como símbolo de gratitud y afecto.

Tras un breve rito de despedida, el féretro fue ingresado en la basílica para su posterior entierro, siguiendo el expreso deseo del pontífice de reposar en un lugar sencillo y significativo para su espiritualidad.

La capital italiana despidió así, entre piedras milenarias y corazones conmovidos, al Papa que quiso ser «un pastor con olor a oveja» y que deja un legado de misericordia, humildad y diálogo para el mundo entero.