Hoy
la historia dominicana recuerda uno de los acontecimientos mas funestos que ha
tenido en su historia, la del terremoto que sacudió a San José de Matanzas el 4
de agosto del año 1946, el cual tuvo su epicentro en la provincia de Samana.
El
terremoto según cuentan tuvo una magnitud de 8.o en la escala de Richert donde
4 días después se noto una replica de 7.6 sembrando el pánico en toda la población
de la zona nordeste del país.

El número de muertos
fue extraordinariamente bajo pues el sismo coincidió con una fiesta que se
celebraba por la tarde, cuando la mayoría de las personas estaban fuera de casa.
El movimiento telúrico
causó daños severos en la región norteña, desde Samaná a Santiago y Puerto Plata produciendo un
maremoto de más 16 pies de altura en toda la Bahía Escocesa llevándose
todo lo que encontraba en el camino.
Otros historiadores
cuentan que el fenómeno mato a mas dos mil personas en toda la zona y destrozo
casa, establecimientos comerciales, el parque de San José Matanzas, ganado,
agricultura entre otros, quedando intacto la Iglesia de Matancitas que estaba enclavada en las
inmediaciones del Océano Atlántico en lo que hoy es la playa Gringos.
Otra fuente como el Sismologo
Leonardo Reyes Madera dice que:
Por primera vez, en
sesenta y ocho años, se va a publicar un libro que recoge cuanto aconteció el
cuatro de agosto de 1946 y meses siguientes, cuando un terremoto de
considerable magnitud sacudió la República Dominicana
arrasando poblados, destruyendo edificaciones y casas, causando pérdidas de
bienes y de vidas aún no calculadas.
El
ingeniero sismorresistente Leonardo Reyes Madera, autor del novedoso libro,
reunió prácticamente toda la documentación existente en torno al desastre,
localizó fotografías, recogió testimonios y experiencias de sobrevivientes,
sobre todo de los que vivieron el hecho en las zonas donde el aterrador
sacudimiento azotó con más fuerza.
Todos
hablamos del terremoto de 1946, unos para meter miedo, otros como referencia,
algunos para poner de manifiesto los daños que causó, las muertes que produjo,
pero nadie, hasta el momento, tiene la documentación. Saben lo que pasó porque
existen evidencias pero ignoran lo que tiene el país en torno a ese lamentable
suceso, explicó el profesional.
Manifestó
que aunque se ha publicado un considerable número de artículos desde entonces que
él reproduce también en este libro- no se cuenta con un acopio de material
informativo que defina las causas y consecuencias de ese sismo atronador que
mantuvo en vilo a los dominicanos pues los temblores se sucedieron, pasando de
dos mil después del principal y tres de ellos fueron tan grandes como el
primero. Estamos hablando de un terremoto de magnitud 8.1, el más grande del
siglo pasado.
La
obra, que circulará el próximo mes en un seminario que se celebrará en
Santiago, contiene lo ocurrido desde el 4 de agosto de 1946 hasta el 4 de ese
mismo mes de 1947 unido al estado de arte de lo que es la ingeniería
sismorresistente hoy.
Siendo
yo una de las personas que más charlas ha ofrecido en los diferentes
pueblos motivando a la gente y diciéndole cómo hay que hacer las cosas en
un país donde puede temblar la tierra, me propuse ver qué encontraba sobre
aquel trágico hecho y me di cuenta de que en el Archivo General de la Nación están todos los
periódicos de la época. Este libro recoge lo que se publicó en aquel momento y
va a servir de base para poder comparar con lo que estamos haciendo, comprobar
cómo ha ido evolucionando la ingeniería sismorresistente hasta la fecha,
significó Reyes Madera.
La
idea, agregó, es revisar qué ha pasado desde el 1946 al 1979 cuando surgieron
las primeras recomendaciones provisionales para análisis sísmicos de
estructuras y qué ha ocurrido desde 1979 al 2006 cuando se ha revisado ese
reglamento. Próximamente se dará a la luz pública uno nuevo que tiene que ver
con las cargas sísmicas, se está revisando actualmente en Obras Públicas, donde
se actualiza lo que se escribió en 1979.
Pero
el volumen enfoca, además, la visión de los profesionales de la época y cómo
esta óptica evolucionó hasta 1970 que llega el terremoto de San Fernando y es
cuando realmente Estados Unidos le da importancia a la investigación sobre los
terremotos. O sea, que si nos ponemos a ver, son prácticamente 36 años que
tiene la humanidad poniendo atención a las edificaciones por los colapsos que
se han presentado en grandes terremotos del mundo, dijo Reyes Madera.
En
el caso de la
República Dominicana y el sismo de 1946, añadió, éste causó
daños en las vías férreas, en los locales del Partido Dominicano, en
propiedades privadas, en las líneas de los ferrocarriles que quedaron
casi incomunicados, la tierra se agrietó, los ríos se detuvieron o pararon su
curso, muchos surgieron y otros desaparecieron, aparte de lo que llamaban
maremoto o ras de mar, en aquella época, que todavía se usa el término pero que
es más bien conocido como tsunami. Fue una de las causas que mayor mortandad
produjo porque, sencillamente, cuando el mar se retiró, hubo gente que empezó a
cruzar para recoger peces y objetos y al éste regresar, arrasó. No le logrado
todavía establecer cuantas personas murieron porque hubo muchas que se
identificaron, pero otras no. Este libro es también una forma de reconocer a
todas esa gente que sucumbió.
El libro
Al
acontecer de cada día, el ingeniero Leonardo Reyes Madera incluye
comentarios sobre lo ocurrido. Hay una recopilación por cada una de las
ciudades del país. Analizó los daños, las medidas tomadas para prever que no hubiera
escasez de alimentos, la distribución de las ayudas, las visitas de expertos
internacionales como el reverendo Joseph Lynch, el control de las donaciones y
el estado de conocimiento de los profesionales de ese tiempo.Luego paso a la
evolución hasta llegar al primer ingeniero dominicano que salió fuera del país
a raíz de la visita del padre Lynch, y la creación del Instituto Sismológico
Universitario. Indago qué pasó con los registros que se hicieron porque aquí
siguió temblando la tierra, qué ha pasado con eso, cuál es el enfoque que se
entendió se le debía dar y cuál fue el aporte científico de ese material.
Después
viene la parte de lo que se ha realizado respecto a esos fenómenos en el último
decenio, o sea, 1980-1990, cuando se creó la Sociedad Dominicana
de Sismología e Ingeniería Sísmica y repaso el primer reglamento sísmico de
edificaciones de 1979, que es el reglamento para el análisis sísmico de las
estructuras.
Un
capítulo conmovedor del libro preparado por el ingeniero Reyes Madera es el de
las vivencias del terremoto en Samaná, Sánchez, San Francisco de Macorís,
Nagua, Matanzas y Moca, narradas por Isis Rojas de Peña, Manuel de Jesús Silva
Balcácer (Manolín), Lucila María Dócil, Rosa Alvarado, Ramona Victoria Hilario
y Artagnan Pérez Méndez. Ellos eran adolescentes entonces y tienen grabados en
sus memorias lúcidas la sorpresa del primer temblor, las repetidas sacudidas,
torres desplomándose, los relojes y las glorietas de los parques cayendo, los
muros y el suelo agrietado, los rieles del ferrocarril rotos, las
exclamaciones histéricas del pueblo pidiendo misericordia, acciones de médicos
y otros profesionales para calmarlos, los traslados a sitios considerados
seguros, las promesas, procesiones y amigos y familiares que se perdieron por las
construcciones caídas o el mar que retornaba. Las historias de los antiguos
moradores de la desaparecida Matanzas son tan impactantes como las remembranzas
de los largos trayectos recorridos desde Sánchez y Samaná a San Francisco de
Macorís y las reafirmaciones de sacerdotes declarando en sus oficios
religiosos que la catástrofe fue un castigo de Dios.
Esto pasa de ser un cuento…
Al
ingeniero Leonardo Reyes Madera, su profunda investigación le ha dejado una lección
interesante, según confiesa: Que esto pasa de ser un cuento a ser una
realidad histórica, muchos decían que e hizo poco o nada, sin embargo, con
estas pruebas concluyo en que subestimábamos lo realizado. Todas las medidas
que se tomaron fueron atinadas. A mí, que no había nacido entonces, me
sorprendieron las precauciones para ayudar, coordinar, organizar la clase de
ingenieros, calmar y restaurar. Oía hablar del terremoto del 46 pero no tenía
información escrita sobre ese evento, y ya voy a cumplir 30 años de graduado.
Hubo un operativo espontáneo de ayuda a nivel nacional e internacional.
De
hecho, señala, en la época se cambió la legislación de construcción, o sea, se
penalizó. De ahí surgieron los elementos de concreto armado, pero la
legislación sobre la construcción cambió automáticamente, se limitó el número
de pisos a subir, se comenzaron a restringir los bastones, es decir, hubo un
impacto: se revisó lo que se estaba haciendo a manera de construcción y se
promulgó una ley para ese tipo de control, refirió.
-¿Qué
situación provocó el terremoto de 1946?-, se le pregunta. Existe un contacto
de placas, la placa del Caribe con la placa del Atlántico. La placa del
Atlántico fue penetrando por debajo del Caribe y generó una fosa, conocida hoy
como Milwaukee pero antes se llamaba Trinchera de Puerto Rico, que tiene diez
kilómetros de profundidad, ese sismo se generó ahí. Llegó a estas latitudes,
indica, porque estaba a 60 kilómetros al noreste de Samaná, fue ahí mismo,
entonces, al provocarse esa ruptura en el fondo oceánico, se generó como un
vacío, que fue lo que provocó el tsunami: el mar se retiró, pero cuando las
aguas volvieron a su curso, vinieron con todo ese impulso, y esa masa de agua
se introdujo en la tierra.
Leonardo
Reyes Madera considera que quien produce los terremotos, que es la Madre Tierra , quiere
mostrarnos una forma que pueda agredir nuestras edificaciones, pero es
para enseñarnos a que las hagamos bien. Me animé a escribir este libro porque
si cada cien años, más o menos, es que se produce ese evento, han pasado 60, es
decir, nos quedan 40 años para retomar el tema y decir: vamos a revisar lo que
hemos hecho, te estoy provocando, no lo veas como una desgracia sino como una
oportunidad para que te prepares a diseñar edificaciones que sean capaces de
resistir el terremoto.