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jueves, 28 de febrero de 2013



Gobierno de la Iglesia a cargo del camarlengo, cardenal Bertone, y sus colegas del Sacro Colegio
    CASTEL GANDOLFO, Italia.— El ahora papa emérito Benedicto XVI dejó la Iglesia católica en un limbo sin precedentes el jueves con su renuncia —la primera de un pontífice en 600 años_, que coronó un día de emotivas despedidas y el extraordinario juramento de obediencia a su sucesor.
    En cuanto comenzaron a sonar las campanas, los integrantes de la Guardia Suiza que permanecían en posición de firmes en la residencia veraniega de Castel Gandolfo cerraron los gruesos portones de madera del palazzo poco después de las 20 (1900 GMT). Así, se cerró también de manera simbólica un pontificado cuyo final, con una renuncia y no con la muerte, será también parte de su legado.
    Benedicto, quien pasará los primeros dos meses de su retiro entre los muros del palacio, puso fin ocho años de reinado caracterizados por sus esfuerzos para dejar atrás los escándalos por abusos sexuales y dar nuevo vigor al cristianismo en un mundo indiferente, labores que quedarán en manos de su sucesor.
    Por el momento, el gobierno de la Iglesia queda a cargo del camarlengo, cardenal Tarcisio Bertone, y sus colegas del Sacro Colegio, quienes deberán planificar el cónclave encargado de elegir al 266to líder de los 1.200 millones de católicos.
    Una de las primeras tareas de Bertone será cerrar con candado el apartamento papal en el Vaticano. Otra, llena de simbolismo, será asegurar la destrucción del anillo y el sello de Benedicto.
    En el último día de Benedicto, reinaban estados de ánimo muy distintos en el Vaticano y Castel Gandolfo, En la sede papal, el personal despidió al pontífice entre lágrimas, en escenas de gran solemnidad.
    Otro era el clima en la localidad rural de Castelgandolfo, donde la gente que abarrotó la plaza principal gritaba "Viva il Papa!" y agitaba las banderas blancas y amarillas de la Santa Sede.
    "Soy simplemente un peregrino que inicia el último tramo de su peregrinación en esta Tierra", dijo Benedicto, en sus últimas palabras en público como papa.
    Fue un final de notable simetría con el inicio, el 19 de abril de 2005, cuando el flamante papa Benedicto XVI dijo desde la loggia sobre la Plaza de San Pedro que él era "simplemente un obrero de la viña del Señor".
    A lo largo de ocho años, Benedicto trató de imponer a la Iglesia un rumbo tradicionalista, convencido de que los males como los abusos sexuales, la falta de vocaciones sacerdotales y las iglesias semidesiertas eran productos de una mala interpretación de las reformas del Concilio Vaticano II.
    Su sucesor previsiblemente seguirá por ese camino, ya que la abrumadora mayoría de los 115 cardenales encargados de elegir al nuevo papa fueron designados por el propio Benedicto y son tan conservadores como él.
    La decisión de Benedicto XVI ha sido recibida en lo fundamental con aprobación y comprensión.
    Pero el cardenal de Sydney, George Pell, provocó cierto escozor al expresar abiertamente que la renuncia ha sido "ligeramente desestabilizadora" para la Iglesia, una crítica inusual de un papa por uno de sus cardenales.
    La última jornada de Benedicto como papa comenzó con una audiencia matutina con sus cardenales en la que intentó apaciguar los temores sobre su futuro papel y los conflictos que pudiera generar el hecho inédito de tener un papa reinante y un papa jubilado conviviendo dentro de los muros del Vaticano.
    "Entre ustedes está el futuro papa, a quien hoy prometo mi reverencia y obediencia incondicionales", dijo Benedicto a los cardenales.
    La decisión del papa, que incluye retirarse a vivir en el Vaticano, ser llamado "papa emérito" y "Su Santidad" y vestir la sotana blanca asociada con el papado, ha profundizado las preocupaciones sobre la sombra que pudiera proyectar sobre el próximo pontífice.
    Pero Benedicto XVI ha tratado de aliviar esas preocupaciones durante las últimas dos semanas, expresando que una vez retirado estaría "oculto del mundo" y llevaría una vida de oración.
    También emitió varias instrucciones finales a los "príncipes" de la Iglesia que escogerán a su sucesor, exhortándolos a ser más unidos cuando se reúnan para escoger al 266to líder de los 1.200 millones de católicos del mundo.
    "Que el Colegio Cardenalicio funcione como una orquesta, con diversidad —una expresión de la Iglesia universal— que siempre apunte a un acuerdo superior y armonioso", dijo.
    Fue una clara referencia a las profundas divisiones internas que han salido a relucir en meses recientes tras la publicación de documentos delicados del Vaticano que expusieron batallas por el poder y alegaciones de corrupción en la Santa Sede.
    El momento fue tan singular como la decisión de Benedicto XVI de retirarse. El papa de 85 años, con su capa de terciopelo rojo y con un bastón, se despidió de sus asesores más cercanos y de los cardenales, quienes se inclinaron a besar su anillo del pescador por última vez.
    Horas después, acompañado por su estrecho colaborador monseñor Georg Gaenswein, quien lloraba, Benedicto recorrió por última vez los corredores de mármol del Palacio Apostólico hasta la caravana de autos que los llevó al helipuerto en uno de los jardines del Vaticano.
    Mientras sonaban las campanas de San Pedro y de toda Roma, el helicóptero de Benedicto sobrevoló la plaza de San Pedro, donde se alzaban pancartas con la leyenda "gracias". Después se dirigió a Castel Gandolfo, donde ha pasado sus vacaciones de verano disfrutando de los jardines con vista al lago Albano.
    El papa se despidió también del mundo mediante su último mensaje desde su cuenta de Twitter, (at)Pontifex. "Gracias por vuestro amor y cercanía. Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida", escribió.
    Poco después, ese tuit y todos los anteriores de Benedicto fueron borrados, y donde aparecía su semblanza quedó la leyenda "Sede Vacante".
    Segundos después de las 20, la puerta de madera de seis metros en Castel Gandolfo se cerró con un suave chasquido, señalando el fin del reunado. Un funcionario del Vaticano arrió la bandera de la Santa Sede de la residencia.
    Benedicto puso en marcha su renuncia el 11 de febrero, al anunciar que le faltaban las fuerzas de "mente y cuerpo" para realizar su tarea. Fue la primera renuncia de un papa desde 1415, cuando Gregorio XII presentó la suya para ayudar a poner fin a un cisma en la Iglesia.
    Desde ese día se multiplicaron las conjeturas acerca de otras causas posibles. Pero cuando llegó el momento, Benedicto parecía estar totalmente en paz con su decisión.
    El vocero vaticano, reverendo Federico Lombardi, dijo que el juramento de obediencia del pontífice era congruente con su intención de "explicar cómo piensa vivir esta situación sin precedentes de papa emérito".
    "No tiene intenciones de inmiscuirse en la posición o las decisiones o la actividad de su sucesor", dijo Lombardi. "Pero, como cualquier otro miembro de la Iglesia, dice que reconoce la autoridad del pastor supremo de la Iglesia que será elegido para sucederlo".
    La cuestión de la obediencia al papa es importante para Benedicto. En su último documento legal, incluyó disposiciones nuevas para que los cardenales juren públicamente su obediencia al nuevo papa en su misa de entronización, además del juramento privado que formulan tradicionalmente en la Capilla Sixtina poco después de la elección.
    El reverendo Thomas Reese, autor de "Inside the Vatican", una guía de la burocracia vaticana, elogió el juramento público de Benedicto: "En la Iglesia hay lugar para un solo papa, y su juramento de obediencia demuestra que Benedicto no quiere que nadie lo use para socavar la autoridad del nuevo papa".
    Hubiese preferido, dijo, que Benedicto retomara su nombre de pila y dejara de usar la sotana blanca.
    "Los símbolos importan en la Iglesia", dijo.