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domingo, 22 de julio de 2012

Florangel Grullón
Esmeralda Payano-, niña con paralisis cerebral. (Kelvin Mota)
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Si Esmeralda pudiera, quizás preguntara ¿Cuánto cuesta su vida? ¿Cuánto invertir en su salud? O si es preferible dejarla morir para “optimizar recursos”. Pero ella no tiene esos pensamientos. Primero, porque apenas rebasa los dos años de edad; segundo, porque padece parálisis cerebral, un conjunto de trastornos del movimiento, derivado de un daño al cerebro.
Ocurrió luego que una doctora rehusó hacer el parto en el hospital de Jarabacoa. Alegó que ese día tenía “un compromiso importante en Santo Domingo”. Finalmente, Esmeralda nació en La Vega. Por desgracia, la falta de oxígeno le provocó el mal que arrastra.

“Nació muerta. Dios quiso hacer el milagro y por eso está viva” cuenta, en medio de sollozos, su abuela, Fabiana del Carmen (42 años). Ella está a cargo de la niña. Su hija –la madre de Esmeralda- es una adolescente soltera de 19 años; el padre, no aporta a la manutención.

Hace un mes, Esmeralda está interna en el Hospital Robert Reid Cabral. Llegó con problemas respiratorios y convulsiones. De lo primero, mejoró; las convulsiones y fiebre, continúan.

Aunque, a veces, lo malo puede agravarse. Ahora a la niña intentan darle el alta. Y es que cada dosis del medicamento contra los ataques cuesta 700 pesos, y requiere tres diarias. Un precio que, le han dicho a Fabiana, el hospital no puede asumir. Y por eso la bebé no lo recibe.

“Yo no quiero que la tengan acostada nada más. Que le pongan la medicina. Si me la entregan se morirá en el campo”, dice Fabiana.

Las autoridades del centro hospitalario han prometido revisar su caso.

Un médico en Santiago dictaminó hace un tiempo que, con terapia, Esmeralda podría hablar y caminar. “Él (el medico santiagués) dijo que Esmeralda puede llegar a ser normal. Sé que es así, porque cuando la baño, se queda de pie…. trata de hablarme”, enfatiza Fabiana, mientras pide perdón por no poder contener las lágrimas.

Pero, la terapia también requiere recursos. “Hipotequé mi casa. Vendí todo. Paso hambre en el hospital, y tengo que pedir pasajes y ‘bolas’ para hacer diligencias” dice.

Cuatro hijos, entre veintiún y once años la esperan en Jarabacoa. “Mis hijos son buenos; son evangélicos, y mi madre los vigila, pero me hacen mucha falta. Estoy desesperada”, dice la mujer.

Fabiana clama porque alguna persona o institución colabore. Ha tocado varias puertas y muy pocos responden. Le regalan o prometen algunas dosis de medicamento, unos pesos o algo de ropa. Lo agradece, pero las necesidades de Esmeralda son constantes. Por sobre todo, ella quiere que su nieta reciba los medicamentos y terapias que le permitan tener una vida que valga la pena vivirse.

Si quieres darle esa oportunidad a Esmeralda, llama a su abuela al 829-320-5479o visítala en el Hospital Robert Reid Cabral, en la habitación 308.