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jueves, 20 de diciembre de 2012


NEWTOWN, Connecticut, EE.UU. (AP) — Una tras otra, las carrozas recorrieron el miércoles dos localidades de la región de Nueva Inglaterra, cada una reavivando el dolor al llevar los cadáveres de una maestra heroica y de tres pequeñas víctimas de la matanza en la escuela Sandy Hook, en lo que parecía una sucesión interminable de cortejos fúnebres. "En los primeros días lo único que se escuchaba eran los helicópteros", dijo el optometrista Joseph Young, que asistió a uno de los funerales y que posiblemente irá a otros. "Ahora todo lo que escucho en mi oficina es el ruido de las escoltas de motocicletas y las procesiones que pasan todo el día".
A medida que se efectúan las inhumaciones de los 20 niños y los seis adultos asesinados, los cortejos fúnebres son largas y ocupan las calles de la ciudad de Newtown, donde los árboles de navidad fueron convertidos en monumentos luctuosos al tiempo que una temporada que debía ser de alegría quedó marcada por pérdidas que oprimen los corazones.
Al menos nueve funerales y velorios tuvieron lugar el miércoles para algunas de las víctimas de Adam Lanza, quien armado con un fusil de asalto tipo militar, irrumpió el viernes en la escuela y abrió fuego en las aulas. Lanza también mató a su madre en la casa de esta y se suicidó después de la masacre.
En el templo católico St. Rose of Lima, los dolientes asistieron al funeral de Caroline Previdi, una niña de seis años de sonrisa traviesa y cabello castaño rojizo, antes de que terminara incluso el de Daniel Barden, quien tenía siete años y soñaba ser bombero.
"Es triste ver los féretros pequeños", dijo el reverendo John Inserra, sacerdote católico que trabajó años en St. Rose antes de que lo transfirieran a una iglesia en Greenwich.
Inserra regresó a su antigua parroquia para asistir a varios funerales y consolar a familias que se preguntaban por qué un Dios amoroso podía permitir tal carnicería.
"Siempre es muy difícil enterrar a un niño", dijo Inserra en referencia al ciclo interminable de pesar y pérdida. "Dios no cometió esto. Dios no permitió esto. Nosotros lo permitimos", afirmó. "'Envíen los niños hacia mí'. Pero no de esta manera", agregó.
Cientos de bomberos vestidos de azul formaron una fila larga afuera de la iglesia durante el funeral del pequeño Daniel. Dos de los parientes del menor trabajan en el Departamento de Bomberos de Nueva York, y el chico de dientes separados y pelo rojo que quería un día ser parte de ellos.
"Si mi presencia aquí ayuda a esta familia o a esta comunidad aunque sea un poquito, vale la pena", dijo Kevin Morrow, un bombero de Nueva York que tiene dos hijas. "El (niño) quería ser bombero, como otros niños".
Entre los presentes también estaba Laura Stamberg, quien vino de Nueva York y es amiga de la familia, además de que su padre es miembro de una banda de música junto con el padre de Daniel. Stamberg dijo que en la mañana de la tragedia Mark Barden enseñó a su hijo a tocar una canción de Navidad en el piano.
"Jugaron futbolín y después le enseñó la canción, lo encaminó al autobús y fue la última mañana juntos entre ambos", dijo Stamberg.
Durante el funeral de Caroline, los dolientes llevaron corbatas y bufandas rosas —el color favorito de la niña— y la recordaron como una aficionada de los Yanquis que se divertía de acuerdo a su edad.
Al otro lado de la ciudad, en la iglesia de Christ the King Lutheran, cientos de personas se reunieron para el funeral de Charlotte Helen Bacon; muchos llevaban botones con la foto de la niña pelirroja de seis años. Los oradores, incluido su abuelo, mencionaron el amor de la niña por los animales silvestres, por el golden retriever (pedidor dorado) de la familia y por el color rosa.