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martes, 15 de mayo de 2012

POR Marisol Aquino
GUARDADO EN:debate, candidatos, eleccionesFallido debate impidió aclarar acusaciones y explicar propuestas
Contrario a otros países del área, los candidatos dominicanos no se arriesgan al cara a cara

Los candidatos Danilo Medina e Hipólito MejíaSANTO DOMINGO.-Los electores se perdieron nuevamente de un enfrentamiento de ideas, cara a cara, entre los candidatos a la Presidencia de la República y de una réplica a las principales acusaciones que éstos se endilgaron durante
el proceso de la campaña que concluye el fin de semana.

Incluso, solo quedó el deseo de poder vivir la experiencia de ver como los aspirantes se hubiesen manejados frente a la presión de tener a millones de ciudadanos absortos en sus respuestas durante las acuciosas y oportunas preguntas sobre sus programas de gobierno, como tuvo el privilegio de escuchar una generación el debate entre Juan Bosch y el sacerdote Láutico García, hace 50 años.

"En República Dominicana no ha sido posible organizar un debate nacional cara a cara porque los políticos se resisten a razonar en público con la ciudadanía de jurado, y de eso se trata un debate presidencial", entiende la politóloga Rosario Espinal.

Espinal agrega que los estrategas de campaña prefieren la chismografía propia de la campaña sucia o que los candidatos vociferen en mítines y caravanas acusaciones que nunca sustentan o nunca se investigan.

Al exponer las razones de por qué los candidatos dominicanos no aceptan batirse en un enfrentamiento verbal, Rasario arguye en "Debate presidencial, ¿de qué hablar?" (artículo en el Hoy, 24 de abril 2012) que en un Estado democrático donde se apliquen las leyes, las acusaciones de corrupción contra Félix Bautista, el complot de Pepe Goico contra el Presidente de Haití, y la trama de Guido Gómez contra Miguel Vargas hubiesen sido objetos de una profunda investigación judicial para establecer su veracidad.

Tradición y una obligación en otros países

Los debates, según los expertos en Ciencias Políticas, enaltecen una campaña electoral y es ya una tradición en muchos países del área que lo prevén en sus leyes electorales.

Solo para citar un ejemplo, en México la norma que regula los procesos políticos prevé dos debates entre sus aspirantes a dirigir los destinos de esa nación.

En el país, la Junta Central Electoral sometió al Congreso Nacional, en diciembre del pasado año, una propuesta electoral que obliga a los candidatos enfrentarse en un combate de ideas a pocos metros, por lo que solo falta que este proyecto sea aprobado y no echado a un lado como ha ocurrido con otros de interés.

De ser sancionada la pieza, en unos próximos comicios presidenciales los dominicanos contarían con la posibilidad de ver y escuchar a quienes pretenden dirigirlos, rebatir los pronunciamientos que se hacen unos contra otros y exponer sus planes de llegar a la casa de gobierno.

Peña subestimó a Leonel y éste a Miguel Vargas

En las elecciones de 1996, caldeada por una fuerte campaña sucia contra el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, José Francisco Peña Gómez, su contendor del Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández, lo retó continuamente a un debate, el cual el líder perredeísta no aceptó.

Según el dirigente del PRD, Tony Raful, en ese momento "se impuso el criterio de que el doctor Fernández, no importa el resultado de la discusión, los planteamientos, la exposición de las ideas, saldría ganancioso, porque sería inevitablemente victimizado, o sea, que el país percibiría en Peña Gómez, a un abusador, no porque Fernández no tuviera elocuencia, la tenía y la tiene (...), pero tenía la imagen de la debilidad davidiana frente al coloso de mil batallas que era Peña Gómez".

En su artículo "Aquel debate que Peña no aceptó", publicado en el Listín Diario, el 22 de enero de 2008, Raful dice que al ser consultado por Peña Gómez al respecto le respondió que lo correcto era que se enfrentara al debate porque el líder de masa debía desmontar todos los argumentos contrarios a la campaña sucia que se había organizado con él y que no había mejor escenario que en pleno proceso político.

En la campaña del 2008 sucedió todo lo contrario. Leonel Fernández, quien había insistido por el debate con Peña Gómez, rechazó enfrentarse con Miguel Vargas, candidato por el PRD,a quien consideró "un jugador de pequeñas ligas" que debía "elevar el nivel" antes de enfrentársele en un combate de ideas con él.

En los actuales comicios los intentos por un foro entre los candidatos Hipólito Mejía y Danilo Medina fueron en vano. En las gestiones que hizo la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (Anje) no quedó claro cual fue el argumento de los aspirantes para no participar.

Entre las versiones que se dieron para objetar el careo, se señala que Mejía nunca confirmó su asistencia porque exigía la participación de los candidatos emergentes, mientras que Medina objetaba a uno de los moderadores.

En la propuesta de CNN en español, el PRD alegó que para el 10 de mayo, fecha para la cual se organizaba el debate, su candidato ya tenía su agenda muy comprometida y no podía descuidarla en un viaje a Atlanta ya cuando restaban muy pocos días para los comicios.

Sacerdote debió darle la razón a Bosch tras debate

En las primeras elecciones democráticas después de ajusticiado Trujillo, el candidato del PRD, Juan Bosch, quien contaba con la simpatía de la mayoría del pueblo, fue acusado de comunista por la Iglesia Católica, encabezada por el sacerdote español Láutico García, profesor de Teología y Filososfía del Seminario Conciliador Santo Tomás de Aquino.

Para defenderse de las acusaciones, Juan Bosch retó al sacerdote jesuita a un debate radial y televisivo para que éste comprobara su acusación. La Iglesia autorizó el intenso foro que fue seguido por miles de dominicanas en las afueras del canal de Radio Televisión Dominicana y en todo el país, tres días antes de las elecciones de diciembre de 1962.

El aspirante presidencial hizo gala de su oratoria, de sus conocimientos de la Ciencia Política y de la situación que se vivía en América y en el mundo. Dio a entender al padre que el hecho de que usara algunos términos y conceptos en sus artículos y discursos no significaba que simpatizaba o seguía la corriente del marxismo-leninismo.