
Merán, armado con su fe y su trabajo, logró romper el círculo de la pobreza.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Tenido Merán es un hombre de fe, y lo es en un sentido espiritual y práctico. “Para alcanzar el éxito, yo he decidido seguir a Cristo”, afirma.
La historia de Merán es la de un hombre que junto a su familia ha enfrentado todas las vicisitudes. Armado sólo con su fe y su arrojo, logra romper el círculo de la pobreza. De esa miser

En la mañana de un sábado recibe a en Ferrecentro Maderera Merán, su negocio familiar ubicado en la calle principal del barrio Valiente, a unos 300 metros de la marginal de la Avenida de Las Américas. Al entrar a su oficina, en el segundo nivel, se le observa sentado con la Biblia en mano.
Dice leer a Jueces 7, que trata sobre el enfrentamiento de Gedeón con el el ejercito de los Medianitas, en el campo de Madién. Dice la Biblia que ahí Gedeón los derrotó con sólo 300 hombres armados con trompetas.
“El hombre de Dios no necesita armas carnales”, justifica Merán. ¿Qué conclusión sacas de esa lectura? se le pregunta: “Que el hombre debe ser valiente y no puede estar con los manos cruzadas. Si Gedeón se quedaba en la cueva, se iba a morir con toda su familia y su pueblo”, responde.
En barrio Valiente, ubicado en el municipio de Boca Chica, Merán encontró su “campo Madién”, donde libró su propia batalla para sacar a su familia de la pobreza.
Este barrio es uno de los nuevos asentamientos urbanos de la provincia de Santo Domingo que ha sido poblado por personas humildes proveniente de todo el país. Además de la pobreza, desde 1999 esta comunidad ha estado bajo el azote de los desalojos compulsivos, con apoyo de contingentes policiales y militares, lo que tiene bajo amenaza a más de 10 mil familias, según informes internacionales.
LOS FRUTOS
Rosa Yudelka Beriguette, esposa de Tenido Meran, recuerda las dificultades del pasado, cuando ni para comer había dinero: “Decía, ‘me voy a buscar un trabajo, porque ya no soporto esto’. Pero valió la pena, y de este negocio fue que salió mi profesión”, dice con satisfacción, al referirse al título de licenciada en administración que posee. Revela que los conocimientos adquiridos los aplicará en el negocio de la familia, del que además obtuvo su casa. Al igual que Merán, da gracias a DiosPero la historia que cuenta Tenido Merán comienza antes de 1998, cuando vivía en el barrio Gualey, de la zona norte de la capital. Pagaba RD$300 de alquiler, que de hecho “no podía pagar”, por una casita donde residía con su esposa y su pequeño hijo.
“No me gusta estudiar”, pero “siempre me gustaba el negocio”, explica. A tono con su naturaleza, este microempresario, con un octavo grado de escolaridad y una inteligencia innata, se convirtió en vendedor callejero de cajitas de cacao, de fósforo y de tubos de dentífricos. De este modo engrosó la informalidad laboral en un mercado que, por la incapacidad de las empresas formales de absorber mano de obra, en el año 2000 empujó hacia la marginalidad a más de 1.5 millones de trabajadores dominicanos, equivalente al 51.5% de la población ocupada. Y en la actualidad esa tendencia se agudiza.
Buscando otras alternativas más favorables, Merán termina como “guachimán” en una empresa de vigilantes privados, puesto al que renunció de forma repentina cuando le reclamaron que cumpliera un turno de cuatro días consecutivos. En 1998, todavía con la tinta fresca de su primera licencia de conducir, se presenta, según su descripción, como “un forastero” al periódico Hoy, donde solicita como chofer, puesto q ue ocupa por un salario de RD$2,200 al mes.
“Con 1,500 pesos de mi regalía, y con unos chelitos que consiguió mi esposa (Rosa Yudelka Beriguette), empiezo con una fantasía”, cuenta. Para surtirla, recurre por primera vez al sistema financiero. Sin garantías, pero gracias a la sensibilidad del oficial encargado de aprobarlo, obtiene un préstamo de RD$5,000 del Banco de la Pequeña Empresa, que paga en menos de 6 meses.
Se muda con su familia al barrio Valiente, dominado todavía por un paisaje montuno, donde trata de continuar con su pequeño negocio. “Me fue mal”, dice.
Pero descubre que además del empleo, el periódico Hoy le abre el camino hacia su “visión”. Un buen día observa un cúmulo de hierros viejos y palos. Al preguntar, le responden que son para botarlos. Los pide y se los lleva a Valiente. “Los palos se vendieron rápido y la gente iba a buscar más, y cuando veo que eso es negocio salgo para Villa Consuelo a comprar maderitas”. Con esas “maderitas” que vendió a bajo precio, se construyeron casi todas las humildes casas de Valiente.
En ese sector, su incipiente negocio fue robado seis veces. “Una vez se me metieron cuando yo debía 200 mil pesos, y me dejaron con las manos vacías”, recuerda. Sin nada que vender y lleno de deudas, visita a los suplidores, y “con el corazón abierto”, les explica su situación. Le “aguantaron” la deuda.
Junto con la humilde comunidad de Valiente, azotada por las amenazas de desalojo, el negocio de Merán creció. Igual que Gadeón “salio de la cueva” para luchar por su familia. Tiene elevadas deudas con la banca, pero asegura que su negocio está “estable” y al día con los acreedores. De él pudo sacar casi dos millones de pesos para construir su casa, el local de su empresa, un vehículo, el gasto del colegio de sus tres niños, los estudios de su esposa, y una visión mayor aún por realizar: importar madera.
Pasa balance, y lanza una mirada al país, para expresar: “Les digo a los dominicanos que en nuestro país se puede echar hacia adelante”. Él lo logró con su esfuerzo, y eso es difícil de rebatir.