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martes, 26 de mayo de 2009

El Mirador del Sur es un espacio libre, pero tan libre que la delincuencia y el vandalismo encuentran poco –o quizá ninguno- impedimento para desarrollarse. Es por eso que los archivos de los medios de comunicación guardan un alto cúmulo de datos sobre la ocurrencia de actos delincuenciales ocurridos en ese parque y otro tanto de información con anuncios de autoridades prometiendo mayores controles en el lugar para la protección ciudadana. Así entre hechos virtuales (promesas de soluciones) y ocurrencias reales (pillaje, vandalismo…) han transcurrido las casi cuatro décadas del parque Mirador Sur, de siete kilómetros, que fuera concebido, además de pulmón de la ciudad como el más importante espacio de recreación familiar sana y segura.
Ha sido definido “oasis de la Capital”, y hasta cierto punto funciona como tal, pero paralelamente ha fungido como cueva de ladrones y refugio de retrasados mentales. Pero siempre queda una esperanza, y mientras usuarios del parque se quejan de los azotes de la delincuencia, las autoridades ofrecen palabras de aliento: “ADN anuncia limpieza y seguridad en Mirador Sur”.
El dos de noviembre de 2005 el síndico, Roberto Salcedo, anunció la conversión del Mirador en una “gran muestra de arte”. Mencionó larga lista de artistas plásticos, artesanos ayudantes y críticos de arte para llevar a cabo el plan de decorar los bornes que marcan los números de las escaleras por las que se asciende al parque desde la avenida Cayetano Germosén. Así se hizo, y vio el síndico que era bueno.
En lo que fue la plaza central del parque, un pequeño edificio para administración, el descuido sirve de abono a prácticas vandálicas de gente escasa de entendimiento sobre el valor de los bienes espirituales. Fuentes y lagos artificiales, una vez esplendorosos, son ahora depósitos de aguas sucias.
Sobre las paredes exteriores de ese local fueron instaladas, a todo lo largo, obras pictóricas de dos grandes artistas dominicanos: Ramírez Conde y Amable Sterling, las cuales no obstante a haberse protegido con paneles superpuestos, han sufrido destrozos considerables, pero al parecer nadie se percata de la destrucción paulatina de este tesoro nacional.
En ese espacio se aloja del Centro de Estudios Ambientales de la ciudad, instituido con fondos donados por Japón, pero ahí no parece que funcione nada y el recinto solo refleja la vida que le dan quienes se ejercitan en el parque y unas palomas que lucen amilanadas, que exhiben costumbres tan extrañas como bañarse en un depósito de lodo.

En el interior del parque Mirador Sur funciona un destacamento de la Policía, que se mueve en carros, yipetas, motores, a pie y alguna vez en bicicleta. La Politur ronda en briosos caballos, mientras la Policía Municipal se aposta próximo a la avenida Italia para cuidar del parque, pero en ocasiones se ha denunciado un promedio de cuatro asaltos por día.
Vecinos del parque se han quejado del bullicio y del consumo de bebidas alcohólicas, pero las autoridades municipales están tan convencidas de la limpieza, seguridad e iluminación de la importante área verde, que Salcedo informó alguna vez que: “Por primera vez el parque Mirador del Sur podrá ser visitado por las familias capitalinas en horas de la noche, en base a un proyecto de recreación que organiza el Ayuntamiento denominado Mirador de Noche”.
Cuando formuló este maravilloso anuncio, el alcalde capitaleño agregó que contaba con el apoyo de la Secretaría de las Fuerzas Armadas para la aplicación del proyecto, que todavía la gente espera, mientras durante las noches el lugar se cubre de tinieblas y a veces de miedo.
Pero el ADN no ha estado solo en su empeño de mantener en condiciones adecuadas estos 1,973, 600 metros cuadrados de área verde, pues tantas instituciones han querido colaborar con su hermoseamiento, limpieza y seguridad, que se incluyen organismos tan disímiles como Quisqueya Verde, Aduanas, Dirección de Parques, Secretaría de Obras Públicas y hasta la Dirección Nacional de Investigaciones, sin olvidar empresas privadas de distintas áreas.
A las fuentes secas, el cúmulo de basura, los árboles tronchados se une la destrucción de los murales de Sterling y Ramírez Conde, en los que se resume la historia de la humanidad y particularmente de la República Dominicana. Estas obras se caen a pedazos, - o por mejor decir, la derriban- pero ninguna autoridad se entera.
Pero eso sí, tenemos promesa de que el Mirador Sur será el lugar más seguro y divertido de Santo Domingo y sobre todo un espacio libre, muy libre…donde todo es posible.